Hablemos de poner límites

Y por qué tus intentos de ponerlo en práctica no han funcionado

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     ¿Te consideras una persona muy permisiva? ¿Qué ante una petición, sobretodo si viene de alguien importante para tí, aunque quieras decir que no, dices que si? ¿Te sientes culpable o “mala persona” cuando dices que no?

     Si estas preguntas resonaron en ti, puede que seas una persona a la que le cuesta poner límites. A lo mejor ya lo sabías y estás trabajando en cambiarlo. En ese caso, este artículo tiene la intención de aclarar las posibles razones por las que tus intentos de hacerlo no funcionan, o que hacerlo se convierta en una tarea muy costosa emocionalmente para ti. Soy partidaria de que antes de aprender estrategias y técnicas para hacer respetar tus derechos y necesidades, primero trabajes en aquellas creencias que te han impedido hacerlo en primer lugar.

     Pero, ¿qué es poner límites?

     En el contexto de las relaciones interpersonales, es el establecimiento del respeto a mis necesidades, deseos o derechos (tomando en cuenta los de los demás claro está). Los espacios de consulta están repletos de personas que consideran que no saben poner límites, pero que dejar de hacerlo está afectando su bienestar emocional. Cuando siempre estoy poniendo como prioridad lo que necesitan y desean las personas a mi alrededor, comienza el conflicto, porque en consecuencia, puedo comenzar a sentirme abusado, irrespetado, poco considerado y/o valorado. Y
aunque actualmente hay muchas estrategias (a través de la comunicación asertiva, por ejemplo) muchos fracasan a la hora de ponerlo en práctica.

     Ahora bien, ¿por qué algo que tiene el objetivo de beneficiarme me cuesta tanto? Acá te dejaré cinco posibles creencias que, de forma inconsciente, podrían estar entorpeciendo hacerlo:

  • No debe hacerme sentir ninguna emoción incómoda: La verdad es que poner límites puede resultar difícil e incómodo. Dependiendo de la importancia del vínculo, incluso se puede llegar a sentir culpa. Aprender a aceptar la incomodidad como parte del proceso es vital para romper la inercia.
  • Yo soy responsable de cómo puedan sentirse las personas: La realidad es que todos nos influímos mutuamente. La conducta de los demás influye en tí y la tuya en la de los demás, sin embargo eso no te hace necesariamente responsable. Toma en cuenta que cada persona reacciona según sus necesidades, creencias e interpretaciones. En este sentido, revisar cuáles crees que son tus responsabilidades con los demás te puede ayudar en este punto, sobretodo cuando la emoción resultante es la culpa.
  • Me van a dejar de querer si pongo límites: Las personas tenemos derecho a cuidar de nosotros mismos. Tienes derecho a decir que no, a expresar si algo te incomoda, tienes derecho a negarte si no puedes cumplir con una solicitud o si no quieres, que puede ser completamente válido según el contexto. Las personas que te quieren lo van a seguir haciendo con esos límites, porque parte de cualquier dinámica relacional también incluye momentos de incomodidad y tensión y eso no significa que las personas se dejan de querer.
  • ¿Para qué voy a poner límites si el otro no va a cambiar?: El objetivo de poner límites no es que el otro cambie o finalmente haga lo que yo quiero. Su función es cuidar mi integridad emocional, permitirme protegerme de la conducta del otro que me hace daño.
  • Una vez que lo aprenda, tendría que tener la capacidad de hacerlo siempre: Poner límites es una habilidad que se aprende y se practica a lo largo de los años y pudiéramos dividirla en diferentes contextos de nuestra vida. Hay quiénes les cuesta solo con algún miembro de su familia (p.ej: con su padre), o en un ámbito (p. ej: en el trabajo) o se les hace difícil de forma general. Independientemente de tu caso, toma en cuenta que tomará tiempo y esfuerzo, como cualquier aptitud que te propongas desarrollar.

     En todo caso, poner límites representa un repertorio de conductas compleja y no es tan sencillo como simplemente decidirlo un día y hacerlo automáticamente, por más decidido que podamos estar, así que si te cuesta ¡no pasa nada! Tendrás la oportunidad de continuar ensayándolo.

     Para terminar, si hoy te defines como una persona muy permisiva, a quién le cuesta poner límites, pero que para ti es necesario hacerlo porque está afectando tu bienestar, te invito, antes de pasar a la acción, a reflexionar y cuestionar si hay alguna creencia o miedo que te está dificultando hacerlo.

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